Sin embargo, como ya he dicho antes, se come bien y a buen precio (procurando, eso sí, alejarse en lo posible de las zonas marcadamente «para guiris»), sobre todo pescado a la parrilla y las típicas cataplanas de pescado y/o marisco. El pan es prácticamente siempre muy bueno, desde las omnipresentes rebanadas de hogaza, de miga poco alveolada y de color algo oscuro, a los panecillos del «pequeno-almoço» (pan blanco de trigo, normalmente con adición de materia grasa en su masa).
Alentejo.
Las sorpresas a veces surgen donde menos las esperas. Visitábamos casi por casualidad el castillo de un pequeño pueblo llamado Portel, al norte de Beja, bajo un sol de justicia; es lo que tienen las rutas, no puedes escoger el mejor momento para visitar monumentos (ni mucho menos la mejor hora para fotografiarlos…).
Pasadas las dos del mediodía, algo tarde para comer en Portugal, recorríamos el pueblo con cierto desespero en busca de algún lugar para almorzar y nos topamos con el restaurante São Pedro, cuyo rótulo anunciaba de forma prometedora Cozinha tradicional.
Muy probablemente, fue el mejor almuerzo de todo el viaje… El secreto para comer bien en Portugal está en hacerlo en restaurantes donde la clientela sea abundante y local; si la clientela es mayoritariamente extranjera… mal asunto.
A lo que iba; en la lista-guía lo decía muy clarito, «Alentejo: pão alentejano, açordas y ensopado de borrego». Otro consejo que viene al caso: con pedir únicamente un segundo plato por persona es más que suficiente; los platos son muy abundantes y suelen ir con acompañamiento.
Pedimos para compartir, pues, una açorda de pescada (sopa de pescado) y un ensopado de borrego (guiso de cordero), como magníficos representantes de la gastronomía alentejana en la que el pan forma parte integrante e importante del plato.
La açorda de pescada era una sabrosísima sopa de pescado, merluza en este caso, acompañada de langostinos, almejas y huevo duro, con un aroma a cilantro que le daba un toque muy especial, vertida sobre unas rebanadas de pan. Estaba tan buena que repetimos dos veces (y aún quedó un tercio de la açorda en la olla).
Aún mejor si cabe fue el ensopado de borrego con rebanadas tostadas de pan alentejano, tiernísimo y de un sabor excelente, como no recuerdo haber comido en la vida (y no exagero en absoluto). La cazuela dio para repetir otras dos veces y aún se me partía el alma cuando se la llevaron medio llena, pero es que ya no podíamos más…
Realmente memorable y, además, a un precio más que razonable: 9€ la açorda y 9.50€ el ensopado.
Antes de salir del Alentejo, de camino de nuevo hacia la costa atlántica, tuve que aprovechar para fotografiar una hogaza de pão alentejano, un ejemplar algo mustio en el escaparate desvencijado de una panadería cerrada de Santiago do Escoural (Évora).
A pesar de disponer siempre de buen pan, es curioso lo escasas y poco visibles que son las padarias o panaderías; así como las pastelerías inundan literalmente las calles de cualquier pueblo o ciudad (que golosos son estos portugueses…) y compiten en ofrecer magníficos escaparates, las panaderías son más difíciles de encontrar. Se elabora mucho y muy buen pan pero normalmente se distribuye para su venta por cualquier tipo de establecimientos de alimentación, con escasa o nula voluntad publicitaria.
En realidad, si hay mucho consumo y el nivel de calidad es siempre más que aceptable, para qué gastar dinero en panaderías de diseño o en marketing… En esto, la situación en España es completamente diferente en la actualidad.
En Évora (Alto Alentejo), además de tropecientos monumentos, me llamó la atención un pan, en realidad un dulce, llamado Pão de Rala.
Cuenta a leyenda que, a finales del siglo XVI, las monjas del convento de Santa Helena do Calvário vieron alterada su tranquilidad por la visita del joven rey Dom Sebastião. La madre abadesa fue prestamente informada sobre la conveniencia de ofrecer un refrigerio a Su Majestad, a lo cual contestó con enigmática sonrisa que solo disponían de «pão ralo (pan duro), azeitonas e água». Y eso fue al menos lo que vio el joven monarca.
Sin embargo la realidad que degustó fue mucho más dulce y reconfortante, acabando la historia en un más que generoso donativo real para el convento y el reconocimiento desde entonces de lo que se dio en llamar Pão de Rala, acompañado de «olivas» de mazapán teñidas con café.
Estremadura.
Curiosamente, fue en Lisboa donde probamos una broa de milho com carnes, un pan más propio de regiones norteñas pero, ya se sabe, en la capital se puede conseguir casi todo.
La miga, densa, húmeda y de marcado sabor a maíz; el relleno, muy suave y de sabor ligeramente ahumado. Una verdadera delicia que constituyó por sí sola una cena.
En Sintra recalamos cuatro días, en parte para descansar un poco y en parte porque Sintra es una base magnífica para visitar Lisboa y sus alrededores (Queluz, Estoril, Cascais, Cabo da Roca, Azenha do Mar,…) y poder descansar al final del día en un paraje tan apacible como hermoso y repleto de monumentos.
Me chiflaban los panecillos del desayuno en el hotel, lo que llaman pão saloio fatiado (pan rústico con adición de grasas), con formato de carcacinha.
Dejamos Sintra con cierta pena; es tan bonito y hay tanto por ver… Si tenéis solo una semana para visitar Portugal, os recomiendo encarecidamente Sintra, no os arrepentiréis.
Rumbo a la playa de Nazaré, pero no antes sin pasar por Mafra donde además de regocijar el espíritu visitando esa enormidad llamada Palacio Nacional uno puede además acabar de confortar los sentidos deleitándose con el Pão saloio de Mafra, de cuya extraña forma y plegado dan fe las siguientes imágenes:
Nazaré es una preciosa villa partida en dos: abajo el antiguo pueblo de pescadores, arriba, «O Sitio«, un enclave al borde del acantilado; ambas partes unidas eficientemente por un funicular.
La verdad es que aquí no encontré ningún pan digno de reseña, así que tuvimos que quitarnos el disgusto con las espléndidas panorámicas desde «O Sitio» y con esta humilde cataplana de mariscos con langosta incluida ;-))
Digo humilde porque solo nos costó 25€ con un vino blanco de la casa excelente. Además era mi cumpleaños, que caray!
Esta vez solo sobró un poco del arroz de acompañamiento…
Beira Litoral.
Beira Litoral – Coimbra – Universidad – Autor: Panis Nostrum
En Coimbra, de camino hacia el recinto de la Universidad, tuvimos la suerte de coincidir con el despliegue dominical de una feria ambulante de productos típicos de la región, que destacaba no solo por la cuidada indumentaria tradicional de sus expositores sino también por la calidad de los productos expuestos.
Ello me brindó la ocasión de fotografiar, entre otros muchos motivos de atracción, algunas espléndidas broas de mistura centeio y milho, así como broas de milho de cálidas grietas amarillas serpenteando entre la enharinada y crujiente corteza.
Douro Litoral.
Evidentemente, El Douro Litoral es sobre todo y ante todo, tierra de vino, de buen vino.
Pero este blog va de panes, así que me las apañé, aunque me costó lo indecible, para encontrar una padaria en la que elaboraran el poco conocido aunque muy interesante Pão de Padronelo.
Padronelo es un pueblecito poco agraciado situado al sur de Amarante. Como decía, el particular formado del Pão de Padronelohizo que lo apuntara en la lista de panes tradicionales a conseguir; se me resistió bastante pero, después de recorrer un buen rato las angostas calles de Padronelo, por fin pude ver una minúscula panadería en la que encontré el objetivo, y con premio, ya que también tenían unas estupendas regueifas recién horneadas.
No eran regueifas decoradas de Valongo (que quedó fuera de la ruta porque descartamos Porto, que ya conocíamos), pero eran regueifas al fin y cabo.
Aquí podemos observar unos panecillos de Padronelo:
Y aquí, la delicada corteza de una regueifa, así como la no menos delicada y suave miga de su interior:
Minho.
Otra feliz coincidencia: Guimarães estaba en fiestas. Se celebraba del 14 al 16 de setiembre la Feira Afonsina, en honor al primer rey de Portugal, D. Afonso Henriques, nacido en esta ciudad.
Todo el casco antiguo, precioso y muy cuidado por cierto, estaba engalanado y caracterizado como una villa medieval. Los visitantes, muy numerosos, llenaban sus calles sembradas de tenderetes con productos artesanos.
Los monumentos, también engalanados para la ocasión, albergaban espectáculos diversos o muestras gastronómicas, como el claustro del Monasterio de Santa Clara, invadido por tenderetes a rebosar de repostería.
Entre otras maravillas, un Pão de Lo, especie de bizcocho muy suave de gran renombre en Portugal.
Al mediodía, la actividad era frenética para alimentar a tanto visitante. Este oferta, por ejemplo, era prometedora y contundente:
Esta otra propuesta nos permite ver las fases de preparación del famoso Pão com chouriço:
Al final me decidí por probar el Leitão a Barraida (lechón asado al estilo de Barraida), una de las denominadas 7 maravillas de la gastronomía portuguesa:
Sin duda alguna, Guimarães es la ciudad que más nos ha gustado de Portugal (descartando Lisboa, que juega en otra liga).
Una vez recorrido su casco antiguo, subimos mediante un teleférico al cercano Santuario da Penha; como monumento no destaca demasiado, pero las vistas sobre Guimarães son impresionantes. Pudimos observar como toda la montaña de este recinto es utilizada como un inmenso parque al que las familias se desplazan el domingo (era domingo cuando lo visitamos) a pasar el día comiendo, bailando, paseando,…. Simplemente, viviendo.
Me emocioné un poco al contemplar allí un ambiente como hace ya muchos años no disfrutaba; hasta tal punto me dio la tontería que me daba reparo acercarme, como si fuese un intruso y mi presencia pudiese romper el hechizo del momento.
Pues por esa tontería me quede con las ganas de saber qué era aquello que vendían en un chiringuito, parecidos a unas tortas amasadas y horneadas allí mismo, cubiertas de viandas diversas...
Tras-os-montes y Alto Douro.
Chaves, Bragança,… Sin embargo fue en la modesta Mirandela donde disfruté otros panes dignos de recordar, como por ejemplo unos panecillos llamados padas y formados por la unión de dos pequeñas bolas aplastadas.
Quizá alguno de vosotros recordará entradas anteriores sobre panes tradicionales del norte de Italia, en las que también aparecen formados similares, como la Biga Servolana de Friuli-Venezia Giulia o el Paarl y el Bauernpaarl en la región del Alto Adige.
También disfrutamos de una buena hogaza de trigo y centeno, especialmente adecuado para acompañar los embutidos que dan fama a Mirandela, tales como la morcela o las alheiras, especie de salchichas elaboradas con adición de harina.
Todo es relativo en esta vida y para gustos, los colores. No dudo en absoluto que los embutidos de Mirandela sean los mejores de Portugal pero, con los embutidos que tenemos en casa… Lo siento, pero no hay color.
Beira Alta.
No tengo registro gráfico de panes tradicionales de esta región, pero debo citarla por dos razones: una, si vais a Portugal no os dejéis de visitar la Serra de Estrela
y dos, que en los alrededores de la ciudad de Seia se halla el Museu do Pão, un complejo privado de 3.500m2 dedicado a la conservación y difusión de las tradiciones relativas al pan.
Es impresionante la cantidad de información, documentación gráfica y objetos relativos al pan que alberga este museo.
Y hasta aquí la versión panaderil de este viaje a Portugal. Espero que os haya aportado, por lo menos, un rato de entretenimiento.
Hasta pronto.